miércoles, 27 de junio de 2012

Cruce casual

Eran dos personas muy, muy soberbias. No se conocían entre sí.
Iban caminando en sentido contrario por la misma calle diagonal de Concepción. Iban tan abstraídos en sus pensamientos soberbios, hundidos en ellos, que no notaron que - a medida que se acercaban - el uno interfería en el camino del otro, si trazábamos una línea imaginaria.


Y ocurrió que se cruzaron, chocaron en sus caminos. Uno quedó frente al otro. Justo en frente. Estuvieron así un buen rato, esperando que el otro se moviera y le cediera el paso como era de costumbre. Transcurrió una hora. Luego una tarde, una semana, un mes... un par de años.

Luego, después de todo ese tiempo, naturalmente se conocieron un poco y se hicieron amigos, y decidieron irse a tomar un café.


Así fue que dejaron tal obstinación, caminando en dirección a un Café que daba perpendicular a su punto de encuentro, perpendicular a su línea común, a su trazado original.


Ambos cedieron... ninguno perdió, en apariencia. Pero en realidad ambos perdieron mucho: su tiempo. (Y el último pedacito de humildad que les quedaba). Ninguno torció su destino por el otro, pero luego - pensaban - lo torcieron juntos. Qué manera más burda de engañarse a sí mismos. Aunque no le dieron muchas vueltas al asunto. Ni siquiera notaron que eran personas bien parecidas, o esos intereses en común que tenían.

Más tarde simplemente se despidieron para verse nunca más, quedando ambos con un dejo de satisfacción; pero con un vacío en el alma aún más grande que sus propias soberbias. Si hubiesen hurgado tan solo un poco dentro de sí.. Pero no, no se les ocurrió siquiera. No era importante.

Eran de esas miserables almas tan llenas de nada, tan grandes de tan poco, tan infladas de tanto y abismante vacío. Esta era su oportunidad, tal vez la única que tendrían para pensar en lo que no querían pensar. Esto se asomó por un instante, pero se desvaneció tras una nueva ocupación revestida de la usual indiferencia y de la más pura, negra y genuina soberbia.



Una hora más tarde... ya ninguno recordaba el episodio.

martes, 26 de junio de 2012

Creo


Creo en los dioses que tenemos dentro, que nos pueblan. Y que nos hacen creer en ellos, si eso es lo que queremos creer.

No tengo la culpa de que Dios me haya hecho así.

Agrego: todos somos nuestros propios pequeños dioses. Tercos, malcriados y caprichosos. Nuestros.

(Crean... siempre es bueno creer en algo).


Amén.-

viernes, 1 de junio de 2012

Mariposita casual

Es una mariposita transparente, que al primer descuido de las personas al suspirar, ayudándose del esfuerzo tal, se introduce en sus adentros; alimentándose de sus sueños y quitando el hambre (porque ella alimenta a la persona: transforma la falta de alimento, el hambre, en lo esencial para vivir), y provocándole cosquillitas en el interior... les hace sentir a esas personas algo sublime, fenomenal.

Es traviesa y confunde a esas personas.
Mientras está, se les ve felices. Pero cuando decide migrar deja ese vacío en el alma, y se transforma en un añorado huésped, que hasta hace llorar.

Pero no lo puede evitar, está diseñada para hacer llorar.
Es una mariposita que vuela y vuela sin cesar, sólo no la dejen entrar.