Esa característica tan marcada de muchas personas (sino todas) que grita con fuerzas que no son capaces de reconocer sus errores, sus dichos y en definitiva sus actos, es algo que realmente nos identifica como especie. Ese lanzar la piedra y esconder la mano. El actuar siempre con el velo del yo no fui, cuando no se puede sino esperar que el otro te descubra. E insistir en lo mismo.
Por principios he tratado de apartarme de esto, aunque no sé, nunca se puede asegurar que he sido totalmente rigurosa. Al menos sí dentro de lo consciente. Y qué pena me da el hecho de que la gente se aferre a un orgullo tan descomunal como infinito cuando tiene la oportunidad de redimirse. Prefiero enfrentar y asumir la responsabilidad... Pero siempre queda la eterna duda de si al otro realmente le interesará esta conducta. Y queda en dudas, puesto que en el fuero interno del otro no puedo llegar, y en realidad, no quiero llegar. Pero lo hago por mí y no sólo por el resto, porque lo creo correcto, y aunque a nadie en el mundo le interese, yo abogo por ello y creo firmemente en que debe existir al menos alguien que lo considere, aunque no haya una expresión tangible de esta circunstancia(y aunque no haya ese tal alguien). Me basta hacerlo y albergar la esperanza de que algún día será aquéllo lo que me haga ser como quiero ser. Porque cada acto que uno realiza, cada decisión va formando nuestro porvenir, cada momento es un buen momento para cambiarlo todo e ir dirigiendo soberanamente tu existencia; cada cosa que haces o que dejas de hacer repercute en lo que le llamamos futuro, ese eterno futuro que no sabemos qué tan real es en definitiva. Pero como buenos humanos, nos gusta imaginarnos que será mejor y desentendernos hasta que otro llegue o que la Divina Providencia, o que al que llaman destino se aparezca, invocando a este último más que a Dios mismo. Y sí, por si las dudas, sí creo en que existe un ser superior, una energía creadora y que me gusta darle el sentido de positiva, aunque esto pueda ser (obviamente) discutible. Pero, sí, creo.
Por principios he tratado de apartarme de esto, aunque no sé, nunca se puede asegurar que he sido totalmente rigurosa. Al menos sí dentro de lo consciente. Y qué pena me da el hecho de que la gente se aferre a un orgullo tan descomunal como infinito cuando tiene la oportunidad de redimirse. Prefiero enfrentar y asumir la responsabilidad... Pero siempre queda la eterna duda de si al otro realmente le interesará esta conducta. Y queda en dudas, puesto que en el fuero interno del otro no puedo llegar, y en realidad, no quiero llegar. Pero lo hago por mí y no sólo por el resto, porque lo creo correcto, y aunque a nadie en el mundo le interese, yo abogo por ello y creo firmemente en que debe existir al menos alguien que lo considere, aunque no haya una expresión tangible de esta circunstancia(y aunque no haya ese tal alguien). Me basta hacerlo y albergar la esperanza de que algún día será aquéllo lo que me haga ser como quiero ser. Porque cada acto que uno realiza, cada decisión va formando nuestro porvenir, cada momento es un buen momento para cambiarlo todo e ir dirigiendo soberanamente tu existencia; cada cosa que haces o que dejas de hacer repercute en lo que le llamamos futuro, ese eterno futuro que no sabemos qué tan real es en definitiva. Pero como buenos humanos, nos gusta imaginarnos que será mejor y desentendernos hasta que otro llegue o que la Divina Providencia, o que al que llaman destino se aparezca, invocando a este último más que a Dios mismo. Y sí, por si las dudas, sí creo en que existe un ser superior, una energía creadora y que me gusta darle el sentido de positiva, aunque esto pueda ser (obviamente) discutible. Pero, sí, creo.
Y ese laberinto interminable que constituyen las relaciones humanas (o mejor dicho que las relaciones humanas lo costituyen-construyen a él) tan complejas con ciertas personas y tan simples con otras, me lleva a recordar que no se puede tener todo en la vida, pero sí se puede tener paz al comprender esto. No es que no espere nada de la gente, No señor, pero sí procuro no esperarlo (siempre las benditas expectativas), así es más realizable una vida sin desilusiones o al menos no de aquéllas tan grandes.
Tampoco es la idea extraviarse en el laberinto, pero puede ser divertida la tarea de buscar la salida, o la salida correcta... y encontrarla.
Amén.-
Tampoco es la idea extraviarse en el laberinto, pero puede ser divertida la tarea de buscar la salida, o la salida correcta... y encontrarla.
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