Y era una chispita creadora, que no se sabe de dónde vino ni se sabe si ya se extinguió o si sigue fluyendo por ahí, incesantemente a través del universo o a través de nosotros; así tan inexplicable, pero puede que así tal cual haya tenido que ser, o resultó ser así nada más, no tiene porqué siempre ser o haber un complot de por medio.
No sé si vamos al Apocalipsis o si esto es eterno y circular en espiral, pero puede que en algún momento el universo choque con una esquina no definida de tu cabeza y todo desaparezca de donde está ahora y se transforme y vaya a otro lugar que puede que sea el mismo pero de otra manera, en otra perspectiva. Yo no sé. Porque no me podés asegurar que no seas tú o yo, o ambos, o todos en conjunto (como humanidad) un solo ser, que seamos todos uno y no nos hayamos dado cuenta por nuestra limitada capacidad de entendimiento. La lógica no basta, ni los conocimientos científicamente afianzados tampoco, tal vez más la intuición, pero es más personal que universal.
Tal vez esa chispita con la explosión inicial se multifurcó y se convirtió en algo parecido al hálito de vida o alma, o como sea eso que no es físico ni intelectual. Porque es eso lo que en definitiva nos une como especie, o como humanos, o como hermanos, o como “enemigos naturales”, que es como todo lo mismo, y según cito a un ser querido.
No sé si vamos al Apocalipsis o si esto es eterno y circular en espiral, pero puede que en algún momento el universo choque con una esquina no definida de tu cabeza y todo desaparezca de donde está ahora y se transforme y vaya a otro lugar que puede que sea el mismo pero de otra manera, en otra perspectiva. Yo no sé. Porque no me podés asegurar que no seas tú o yo, o ambos, o todos en conjunto (como humanidad) un solo ser, que seamos todos uno y no nos hayamos dado cuenta por nuestra limitada capacidad de entendimiento. La lógica no basta, ni los conocimientos científicamente afianzados tampoco, tal vez más la intuición, pero es más personal que universal.
Tal vez esa chispita con la explosión inicial se multifurcó y se convirtió en algo parecido al hálito de vida o alma, o como sea eso que no es físico ni intelectual. Porque es eso lo que en definitiva nos une como especie, o como humanos, o como hermanos, o como “enemigos naturales”, que es como todo lo mismo, y según cito a un ser querido.
Puede que todo se reduzca a pensar en que simplemente no tenemos la capacidad para comprenderlo y que no seamos tan en imagen y semejanza sino que precisamente lo somos, sin tener que disfrazarnos de otro, y que no todo es bondad ni maldad en nosotros, que podemos movernos fácilmente de un extremo al opuesto dependiendo de los incentivos que se nos presenten y sin que ello nos pueda restringir o condenar a ser de tal o cual manera, inexorablemente. Porque somos tan fraternales como beligerantes, dependiendo de nuestro humor o del clima. O qué sé yo, tal vez todos seamos chispitas tintineando cada uno por su cuenta, y que en conjunto, con todas nuestras calidades, cualidades y capacidades como con nuestros errores, egoísmos y crueldades, todo lo que nos compone y determina, seamos el todo; ese sol que alguna vez sentí acercarse (lo imaginé y me atrajo como un imán, como si fuéramos los únicos en esa habitación) y que lo representé como reconfortante y que me llenaba y me hacía necesitarlo y querer, digámoslo así, retenerlo. Pero se alejó en cuanto casi tocaba mi mano o mi energía, como si se hubiese atemorizado con el hecho de querer acercarme más. Y así como vino, se esfumó; aunque se acercó más tímidamente, como un animal a beber agua, y se alejó como en ocasiones nos alejamos de los sueños, de sopetón. Fue mágico y/o místico, o cósmico o mítico un poco, porque desde tiempos remotos se ha representado como la estrella ésa que nos da vida por la luz que nos proyecta y de la cual según estas palabras seríamos nosotros mismos. Seríamos Dios, seríamos nuestro sol, seríamos todo formando parte del universo y el universo formando parte de nosotros, sin poder precisar en qué sentido se da en primer término, si de allá hacia acá o a la inversa.
Eso de sentirme en paz y querer mantener ese estado, retenerlo, precisamente puede haberlo ahuyentado, porque percibió mi necesidad infinita, mi amor incondicional y que duró sólo lo que duró mi contemplación, mi entrega rotunda. Porque si creo en algo o alguien (nunca he sabido bien como definirlo, tal vez sea una mezcla, o sea sui géneris, o sea nada más. No todo tiene porqué definirse del todo), si CREO no tengo porqué tratar de retenerlo desesperadamente, buscarlo en otros para justificar la bondad o los valores que puedan guiarme u obnubilarme, dependiendo del caso, ni tratar de procurar el contacto más allá de lo necesario y suficiente. Porque si creo, lo dejo ir, para que vuelva sólo si debe hacerlo, si quiere o si por los azares llega a ocurrir, y lo acepto para el evento de. Y no sé si definirlo con una palabra cualquiera, o como esa fuerza que fluye quizá inconstante y sin rumbo predeterminado, por los siglos de los siglos, amén.
Y es que me conformo con poco, a veces. No ir más allá. Los benditos tiempos regresivos. Los laberintos que no quiero recorrer, porque me puedo perder. Y es que no me satisfacen esas cosquillitas molestas en el vientre, que vienen luego de las parecidas a maripositas traviesas, porque precisamente no son tan agradables como aquéllas. Las primeras que llegan y que mencioné en segundo lugar son las cosquillitas del enamoramiento y las segundas pero primeras en orden descendente en la lectura, son los celos. Ambos igual de intensos y de duraderos en el tiempo, aunque esta regla no siempre sea inquebrantable… ¿Puedo sentir celos de Dios, de tí (sic), de mí? ¿Qué sentido tendría? Pero es así o se da o presenta de esa manera y no me gustan, precisamente porque llegan en algún momento, tarde, temprano, da lo mismo... llegan. Y eso me hace no poder quererme más, ni quererte como quisiera, porque celo; no como animal, ya no, ahora como ser de tu misma especie y calidad, esencia. Y como no quiero apartarme más de tu luz, entonces tengo que hacer algo y no enamorarme, para así no celar, poder quererme y así quererte, y poder quererte para así también quererme.
No es como lanzar un mandato de representación a persona indeterminada, dirigido a quien quiera tomarlo como un acto de apoderamiento innominado, como dejado pululando hasta que aparezca interesado en ejecutarlo. Pero porque…
No sé si soy capaz de amar como quiero, aunque le pondré empeño.
No, ya no quiero control, porque lo perdí hace un buen rato (reconozco que nunca lo tuve como creí, y qué bueno, porque limita… pero se entiende: creí tenerlo). A veces te aburre, y te hastía; pero luego ya es tarde manifestarlo porque no aparece ese otro de los tantos miles de millones de destellos que se complementa contigo de una manera más intensa, porque de tan grande que es eso de donde provenimos, aunque compartimos naturaleza, esencia divina, siempre habrá un sector donde te sientes más a gusto, como en casa, sintiéndote pertenecer como en ningún otro lugar. Y necesitás de este destello digamos familiar para poder ser tú, completarte, ser una fuerza en la misma dirección pero en sentido complementario. Por eso somos tan distintos y tan iguales a veces, pero tenemos como máxime la diversidad, porque igualmente somos independientes entre nosotros, estamos en cierta forma solos, pero necesitamos del otro, siempre; desde que nacemos hasta que morimos, aunque tratemos de convencernos de lo contrario al tocar la soledad o pretender lograrlo. Aunque esta sea íntima y sólo se sienta. Encontrar el punto de unión (el destello más cómplice) es lo complejo, o mejor aún, el reconocerle. Tal vez esté ahí y no lo notaste, o lo confundes con quien no debes, porque en fin nunca te estarás equivocando del todo. Pero, ¿quién es el llamado a determinarlo? Al final de cuentas da lo mismo, nunca lo sabrás sino después de muchos años, o después de ver extinto ese brillo o de haber probado otros y reconocer en el anterior al que era más adecuado o seguir hasta el infinito y más allá en la incertidumbre. Bendito el que sepa reconocerle en su tiempo.
Por eso tal vez se dice que se ame a su prójimo como a sí mismo.
Por eso tal vez se dice que mirando al cielo se ve al pasado. Porque nos vemos en el pasado. Y porque tal vez uno se perdió de su destino y cada vez que vemos una estrella fugaz, puede que seamos nosotros mismos, y nos pidamos un deseo para que nosotros mismos lo cumplamos, lo ejecutemos o lo llevemos a cabo. Soberanía. Autodeterminación y libre decisión de tus propios actos. Y responsabilidad cubierta del querer hacer ajeno el cómo te va en la vida. Pero eres tú mismo el que lo hace.
Soy divina y eres divino, aunque matemos en el camino.
Dios existe, vive en ti y en mí.
Sólo que nunca tendremos una misma y única interpretación al respecto de cómo vive en tí y en mí, en qué medida, proporción o peso.
Amén… para tí, para mí, para la humanidad entera y para el universo conspirando a la vuelta de cada abismo personal; para bien, para mal, eso sólo Ud. lo sabrá. Y lo sabrá porque el origen y el fin de todo es siempre una decisión.
Y decidimos todo el tiempo, a cada rato, incluso sin darnos cuenta o definir si lo decidiste tú o un ser superior que te guía o te prepara el camino que no puedes predecir (controlar), sino sólo ir determinando en base a lo que precisamente decidiste. Pero está en tí (sic), en mí en nosotros, nuevamente.
Amén, otra vez.-
El querer a una individualidad separada, independiente, que en esencia sería parte de aquella especie de Ser primigenio del cual somos cada uno una parte, hace que nos queramos a nosotros mismos. La complementariedad aludida busca insertarnos en el Continuum que fluye en el transcurso cíclico, lineal o espiral (si ha de tener una forma, ¿quién sabe cuál es?). Pero el "querer" igualmente acepta el celo. El querer es una forma de llamar a algo que es básicamente amor, por ello admite el "celar".
ResponderEliminarEl nombrarle así marca el límite para referirse a la manifestación de cariño fraternal, en oposición a la común connotación que asocia el vocablo más directamente hacia una "relación hembra-macho---reproducción" (por decirlo de alguna forma :B). Requerimos a un otro para experimentar la petite mort...(xD!) eso nos hace sentir parte del Continuum xd
8D
ResponderEliminarExactamente, eso de querernos a nosotros mismos a través del querer al otro suena bien, aunque no siempre se dé efectivamente, ya sea por trabas propias, miedo o mera dejación por creer que no depende tanto de ti como en realidad lo hace. Eso es tenerse fe a uno mismo.
ResponderEliminarYo creo que fluye de una manera inconstante y antojadiza, pero dentro de un orden, y que avanza en un espiral circular, unido por los extremos... Me lo imagino así y no como una línea recta que avanza necesariamente, o un espiral, que cada vez vuelve al punto de partida considerando el progreso y retroceso en el avance. Es como esto mismo, pero cíclico.
Comparto en parte eso de que el querer "acepta" el celar, pero en el entendido que si no el sentido de pertenencia no es suficiente para llamarlo de una manera distinta al simple enamoramiento (el fugaz, intenso y arrollador). Porque estimo que el amar no importa egoísmo. y ya no me refiero al sólo egoísmo de "compartir" al ser objeto de nuestro amor con otro, sino a no ser egoísta con este último en el sentido de dejarle hacer, no limitarlo; porque en definitiva celar implica limitar... y subsecuentementw ahogar. O al otro o a ti mismo (dependeiendo de su manifestación expresa y constante o no). Pero creo que en otra oportunidad me referiré a eso, aunque aquí está ya la base. Aspiro a un poder amar más allá de eso, a pesar de reconocer las naturales restricciones que tenemos a ello. No me parece imposible, sino dificil. implica básicamente un respeto al otro, que a su vez se traduce en un respeto a sí mismo.
Al último párrafo, prefiero no referirme, porque no era precisamente e lo que me refería, lo que buscaba reseñar era más con prescindencia al género; el otro más cómplice independientemente quién sea éste. Como más bien en una "Relación Tú-Yo-----Dios".
Yo aún no creo en la llamada "petite mort"... sin más comentarios de mi parte sobre esto último xD Aunque creo que está claro que eso en específico sí debe de hacernos pertenecer, ser parte del Continuum, de esa necesidad de lograr el desarrollo que nos permita adaptarnos física, mental y emocionalmente a "vivir las experiencias que han sido básicas para nuestra especie a lo largo del proceso de nuestra evolución", cito.
Amén.-
jajaj sí bueh, con la petite mort amplié el tema porque recordé ciertos textos sobre el amor y erotismo; desde la idea del querer/amar a un otro y de donde surge esa necesidad humana, puesto que lo que se plantea es el hecho de que -y sigo ampliando el tema-, como seres humanos somos "desfondados", es decir que no poseemos una especie de "base", que tras su toma de conciencia, hace nacer el intento de construirnos una, en una autopoiesis, lo que no es más que el deseo de sentir como que realmente formamos parte de ese todo inconmensurable que está ahí fuera y fluye estemos nosotros o no (¿¿Dios?? ¿alguna de sus manifestaciones?) -y que tiene Unidad dentro, fuera, abarcando su multiplicidad de segmentos-, y es precisamente experimentado la pequeña muerte una de las formas con las que se "completa" ese vacío que aleja del Continuum... pero bueno, esa es quizás sólo una de las formas -tal vez la que más nos aproxima (?)-, sin que por ello no existan otras maneras, por ejemplo el desarrollo en áreas del conocimiento humano.
ResponderEliminarTu idea del segundo párrafo me suena como la del Eterno retorno de Nietzsche :B :]
El celar ciertamente limita a las parte y muestra un sentido de posesión. Amar a la contraparte no debiera dar pie a los celos, cosa que como dijiste es difícil de no experimentar en la práctica k9
que intelectual te ves en la foto 8D
ResponderEliminarSisisisí
ResponderEliminarAmar es prescindir de los egoísmos.
¿Antes qué hay? Sólo amarte a ti por lo bueno que te hace sentir estar con el otro, contigo.
Pero se me va a cortar inet ahora xD
Esto da para largo....