domingo, 10 de abril de 2011

Inclinaciones


Siempre he pensado que la “f” y la “g” tienen algo, mirándolas en su orden impuesto y guiándome por la palabra figura o fogata. Como en “observar su figura a través de la fogata”. Y me suena seductor y me imagino una escena mucho de tierna como de indecorosa e impúdica. Definitivamente deben tener un romance secreto encubierto por e-h, sus cercanas. Eh-eh-eh! deben hacerles, digo yo. Pero puede que sean pensamientos infundados en una inclinación mía por darle sentido a cosas que no lo tienen… Sí, mi bendito “pasar el tiempo”.



Y todo se voltea como (luego de) en una garufa con garrafas; o como todas las palabras terminadas en grafía, donde no se miran estas letras (completamente indiferentes), para así representar gráficamente su sonido sin intervenciones ni influencias o con completa autonomía entre sí, por mucho que quieran contemplarse y/o acariciarse. Aunque sigo sosteniendo que lo usual es lo dado por el orden impuesto y que al traducirse en sonidos sus figuras, la pronunciación no les quita su legítima aventura, que al parecer está bastante consolidada.

Por otra parte, y lejos de este romance que denuncio, la palabra “gajo” se me representa gráficamente a homosexual, no pregunten por qué. “Galgo” también, y sobretodo ésta, con completa independencia (que quede claro) a su significación conceptual.

Y eso de escribir a veces pasa la cuenta, como hoy, en que inventé romances entre letras, que son figuras o signos asexuados, o con tendencias a lo universal. (Al poder mezclarse todas indistintamente, o más bien, con posibilidades múltiples para formar un todo coherente con sentido, contenido y características (formas) propias. Entonces, más bien sería una mezcla semántica armónica, una combinación única con significado propio: forman una palabra. Vaya, los romances lo que pueden llegar a crear, o en lo que pueden llegar a transformarse, fundiéndose en un abrazo multipropósito. Aquí “asexuado” lo tomo en el sentido de no contar con una dirección predeterminada invariablemente, o en el sentido de que no se determinen por una tendencia hacia lo uno o lo otro; por eso asexuado, letras o caracteres, figuras o signos asexuados… según yo, se acerca al concepto de pansexualismo en un contexto no psicológico, sino como concepción respecto a nuestras relaciones. Pero no mirado como “capacidad de amar a otra persona con independencia de su género”, sino como una lógica lingüística: “la ordenación armónica de una letra respecto a otra con independencia de su género”. A propósito de ello, y en ese sentido, me refiero a las figuras con tendencia a lo universal y no a lo exclusivo, como las he visto hoy y varias veces más, como si tuvieran una vida distinta a la que detentan o si pudiera variarse la actual sin más. Todo esto obviamente sin poder dejar de mencionar las prohibiciones que existen, que le dan esperanzas a mis ganas de que exista tal romance en esa fila, como la que existe entre “z-e” o “z-i”, o de la incomprendida muchas veces, la dogmática prohibida-combinación entre “q-e” o “q-i”, sin la mediación de la “u”. Éstas últimas parejas tal vez sean eternas menores de edad… por ello tal vez la necesidad de supervisión, quién sabe. Lo que sí intuyo en estas relaciones es el fuerte influjo de la “c”, quien quizás sea progenitora de todas estas letras, por lo cual se explicaría su no aceptada unión, o su limitado acercamiento, sólo permitido en los términos antedichos. Quizá la “c” sea la madre de todos los males, la raíz de todas nuestras incomprensiones gramaticales básicas).

Quizá mi inclinación a darle vida a ciertas cosas que no la tienen se me escapa por los poros, inevitablemente. Tal vez deba aprender a bailar algo, por el movimiento digo yo, y no dedicarme sólo a insultar al aire con mi torpeza y descuido. Os pido disculpas si le doy mucho a mis laberintos estos días, no me es posible algo distinto.

Quiero jugar, y esa palabra me suena a cucharitas.
Pero este jugar que quiero no es de aquéllos eróticos, sino cucharísticos tiernos, fraternales o carentes de instinto sexual. Me refiero al sólo sentir el contacto de otro, como un afecto universal (maternal). Como buscando refugio, protección en lo eterno, y a la vez querer tener la grandeza de poder verterlo en otro. Pero se me aparece como una necesidad extraña, como que me falta algo que quiero dar, pero como no lo tengo es doble la necesidad, es una cadena incompleta. Se visualiza como una falta doble, cuasi-completa, sólo no faltan las ganas, esa energía imantada que sirve para unirlo todo, que empuja a seguir adelante. Y es un foco bifurcado, es carencia bifocal, que apunta a un espejo dentro y fuera de mí, como la necesidad de un abrazo a mí misma. Falta un eslabón que no encuentro. Tal vez toda mi vida he buscado al equivocado, o no sabía que necesitaba en igual forma a ambos. Quiero a mi hermana gemela… la que nunca tuve ni tendré. Seguiré buscando en mis laberintos, quizá algún día encuentre a ese “algo”, que desde hoy bautizo como mi hermana gemela.

Pero no se confundan, no es del todo triste… siempre estoy necesitando algo que me mueva, y éste es suficiente motivo y motor. La búsqueda de lo no existente o al menos no comprobable aún, lo no descubierto, de lo abstracto, de las preguntas sin respuestas, de los porqués ilimitados… la búsqueda del desenlace o nudos de los laberintos circulares (Nudo en su sentido de “lugar donde se cruzan varias vías de comunicación”, acepción octava, RAE)… la búsqueda de mi felicidad.

¡Oh! …Sí, mi egotismo no acaba, no señor.
(Egotismo: (Del ingl. egotism). m. Prurito de hablar de sí mismo. // 2. Psicol. Sentimiento exagerado de la propia personalidad).

Amen con fg.
Amén.-

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