Ese color a Cabernet Sauvignon derramado en la alfombra blanco invierno. Ese confundirse con el otro, mezclando sabores y colores por todas partes. Ese recordarme en su boca, entre sus piernas, sobre su suavidad de caramelo y de miel. Ese despertarme solo en el departamento, sin su abrazo mañanero. Ni un solo beso de despedida, ni una prenda olvidada para tener la esperanza de que vuelva en su rescate. Ya sabía que invitación a beber es un “Mira, me gustas, podríamos tener sexo, pero nada más. Nada serio”. Pero es que era la excusa perfecta, le gusta el vino y ella no me parecía mal, tenía un algo que me atraía. Ahora estoy elevándome al recordarla, embobado… cómo no me di cuenta antes. Y ahora ya no está, se fue con la noche, maldita sea.
Llamarla o no, he ahí el dilema. Soy un fiasco, un pelotudo. Si la llamo, tal vez piense que estoy forzando las cosas. Si no la llamo, significa que no me interesa que nos sigamos viendo de esta manera. Bendito dilema. Siempre supe que las amigas no se comen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Diga nada más lo que quiera =)