La cosa salía todas las noches desde el espejo, a recorrer calles, a espiar, a sólo ser lo que sabía ser bien: una cosa curiosa. Tal vez por ello no se deben dejar espejos al descubierto en los dormitorios, porque la cosa puede salir y asustarse. Es una cosa curiosa. Se arrastra la cosa como una sombra, como una masa incorpórea que inunda todo lo que toca, para poder husmearte mejor.
Es una cosa curiosa, y también curiosa es.
Con los primeros rayos de sol, corre a esconderse en el espejo más cercano, tal vez por miedo a evaporarse, tal vez por mero capricho, tal vez para cumplir parte de su tarea: reflejar lo que vemos en algunos espejos.
La cosa se revuelca y retoza, a veces nos hace falsear los reflejos, pero sólo lo hace porque es curiosa. Y hay muchas, miles, millones de cosas curiosas pululando por ahí, alimentándose del ruidoso silencio de las noches.-
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