Cambiar para que todo siga igual. Eso es un gato perdido. Cambiar para lograr el mal menor. (O tal vez sea sólo un gato sin olfato, o bien, gato viejo y prófugo que sólo busca sentirse pertenecer y no molestar al resto ni entorpecer su normal funcionamiento en esta sucesión algo ininterrumpida de imágenes y sensaciones). Así, tal cual. Gato perdido. O vagando por las noches eternas, o verificando que ya no te pueden ganar sobre tu pérdida, o mantener un virtual empate, hacer tabla. O sólo ser parte de ese inmenso auditorio, perdiéndote entre sus jugos y delirios, sin aportar una idea nueva o satisfactoria.
Porque uno va jugando, va apostando, poniéndole… pero eso no es más que un sutil aporte, burdo, pequeño… diminuto. Ínfimo, hasta nimio. Lo que debe dar cada cual para tener lo que se supone debe tener cada cual. Un eslabón más de la interminable cadena, sin mérito, cumpliendo sólo expectativas.
Mi problema es que a todos le encuentro una gracia particular. Que me voy encantando con todo el resto. (Pero es que). Por otra parte creo tan firmemente en la monogamia, y en que a pesar de nuestras características humanas tan marcadamente infieles, podemos estar con una sola persona a la vez. Porque chocan estas dos realidades y verdades tan mías como tú.
El tiempo es tan relativo, pero al fin y al cabo siempre es un gato perdido…
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