Ya
no siento maripositas revoloteando dentro de mí.
Yo soy mariposa en latencia.
Estoy
en la crisálida, formándome, cambiando a cada instante. Estoy encerrándome
dentro de un capullo protector, duro, muy duro, donde sólo yo puedo respirar
dentro. Donde nadie más cabe. Un nuevo nacimiento.
Siempre
he admirado a esos bichitos, que tienen la capacidad de volver a nacer, y dejarse de arrastrar y arrastrar, para luego
extender las alas y alzar el vuelo.
El
primer vuelo debe ser alucinante, conocerte nuevamente: “Estas
son mis patitas, estas son mis alas, estas mis antenitas y ésta, mi lengua”. La lengua de la mariposa, o trompita
enroscada, o lo que sea.
Todo nuevo, como si fuere realmente
otro ser. El irse conociendo, una nueva oportunidad.
Y desde una perspectiva completamente distinta. Desde mariposa… y ya no más desde
oruga. Así me he de sentir. Así me siento.
¡Y qué bueno es descubrirse
mariposa!
Porque es esperanza.
Porque
es una nueva excusa, dejar el capullo, que tanto te cobijó y salir a recorrer
el mundo. Recorrer lo que quieres, lo que te interesa, lo que te sirve. Y
desechar el resto.
Porque es darte otra oportunidad.
Sólo ser fuerte. (Écharle
para adelante, a pesar de que algunos disfrutarían si no lo lograras. Inmunda envidia, que es la “tristeza o pesar por el bien ajeno”, como le define el
diccionario, que algunas personas alimentan dentro de sí sólo porque sus
miserables almas no dan para más, porque no quieren que den para más. Qué pena
por ellas, pero pena real, con desolación. Yo les deseo bien, porque no me
sirve guardar dentro de mí ese tipo de sentires, porque después de la rabia
inicial que te acomete luego de darte cuenta que eres objeto de ella; me evocan
sólo tristeza, sólo pena… sólo querer desearles un buen pasar. Porque creo que realmente
nadie que viva con tales sentimientos dentro pueda realmente llegar a ser
feliz, o plena. Ellas mismas son su propio castigo, eso basta. ¿Para qué
alimentar más malos sentimientos? Esto que digo de desearles cosas buenas en
vez de malas, no tiene porqué ser recíproco, nada de lo que siento tiene que
serlo en verdad. Y por eso me gusta ser yo, porque no condiciono sentimientos;
porque me di cuenta que nadie puede hacerlo. Cosa distinta es que tales
actitudes repercutan en mis propios sentimientos, porque ¿cómo querer a alguien que no te entrega nada bueno, o que no puede
entregarte más que cosas negativas? No pues, no se puede contra eso. Pero nunca
deseo mal, he ahí la diferencia. Y me siento realmente orgullosa de eso, sin ánimo
de arrogancia. Porque respeto en el fondo que puedan tener la opinión que
quieran de mí. Soy feliz así, con mis defectos y desventuras propias de la vida.
Pero valgo más que aquellas otras pequeñas y miserables existencias llenas de
la más profunda nada. Y no de esa nada que acomete de cuando en vez, cuando te
preguntas cosas desde ti, sino de esa nada que te da el no tener otra cosa
mejor que hacer que colgarte de personas que son mejor que tú para poder
sobrevivir, porque tú no eres capaz de hacerlo sola. Persona, en realidad tú
puedes si quieres. Estás a tiempo, date cuenta. Por mi parte intento hacerlo
constantemente, con distintos resultados claro está. Y es un buen ejercicio,
hace bien. Ojalá, persona, pudieras tú también encontrar tu forma, pero dejando
de lado aquellos sentimientos que sólo hacen que este mundo pese de negativo. La
gente que no me llama la atención en ningún sentido no cabe dentro de estas
cavilaciones, porque son cuestión aparte: no les conozco ni me interesa
conocerles por el momento. Creo que carezco de aquella capacidad que tienen
ciertas personas de amar al prójimo en su totalidad. Yo paso, me supera. Si
dijera lo contrario, estaría mintiendo y no pretendo hacerlo).
Sólo ser fuerte.
Sólo poder salir del capullo.
Es
necesaria la crisálida, el estado en que sólo estás ahí, creciendo.
Es necesaria la transición.
Transición de transiciones.
Amén.-
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P.S.: "La lengua de la
mariposa es una trompa enroscada como un resorte de reloj. Si hay una flor que
la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cuando lleváis el
dedo humedecido a un tarro de azúcar ¿a que sienten ya el dulce en la boca como
si la yema fuera la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa".
(Manuel Rivas).
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