viernes, 4 de mayo de 2012

No hay necesidad de aplauso


El niño ya habla, el niño ya corre.
Juega con su hermanito, y se arranca de mamá si desobedece.
Un niño sanito, despierto, travieso.

Juega a disparar con una pistola de madera, hace sus tareas.
Demuestra la crueldad natural de su condición de niño, es egoísta y desafiante, muerde y patea si no le gusta algo...  pero duerme como angelito. Quién lo fuera a creer.

Detesta a las niñas, cosas raras y agresivas.
Quiere ser piloto, y no le gusta cortarse las uñas.
Ama los globos, como todos los niños, y los caramelos de las piñatas en especial. Quiere hacer lo que quiere, y manipula como el mejor de los especialistas en este tipo de costumbres.
Se viste solito.

¿Quién puede decir que suena prometedor, si carga sólo con cuatro?
Nadie, pues, nadie puede.

Ése es un niño que sólo merecerá buenas críticas si es alguien en la vida, da lo mismo que ahora parezca cosa muy curiosa si deja morir esa curiosidad mañana, o si no aprende a ganarse las cosas con sudor.

Porque todo es mitad talento y mitad talón, como diría un profesor.

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