sábado, 5 de mayo de 2012

Regresión sin retroceso


¿Lo ves?
Tu libertad está intacta, tal cual y como la tenías. No la afecté, creo. Intenté no hacerlo. La paciencia no es una virtud de la cual pueda jactarme, menos hoy que nunca antes.

Mis monstruos suelen divertirse conmigo, por eso tengo que salir arrancando de cuando en vez. El problema es que en ese arrancar espanto al resto también. Y nadie es lo suficientemente perseverante (obstinado, dedicado, esmerado) para contenerme.

La incomunicación es de aquellas cosas que me desesperan. Y cuando no puedo establecer la comunicación, cuando falla la conexión, llegan las dudas. Y no quiero dudar más. Me siento débil, no como antes, pero débil en fin; y siento que el tiempo transcurre de una manera acelerada, por decir lo menos. Y eso me asusta.

Si me incomunico, ya no hay más qué hablar. Y como todo transcurre tan de prisa, mi percepción también se acelera. El presente es hoy, es ahora. Mañana nunca vendrá (fue); mañana es tan incierto: hoy es el último día. (Sí, el último, no lo olvides).

El ahora es un obsequio, por eso se le llama presente”.
Si olvidas esto, pierde la magia otra vez. Y ya no gusta, lo siento.

El presente es ahora, pero todo es pasado y futuro. Presente es tan efímero, es como tomar una decisión. Aunque por otra parte puede ser que la decisión la tenemos tomada (sólo que no nos escuchamos lo suficiente), porque en tal caso con tales circunstancias, siempre harías lo mismo, tendrías la misma respuesta, la misma reacción. [Siempre fue y será así, aunque no lo creas]. Pero tú eres dueño de ti mismo, entonces eres dueño del ahora (efímero) y del mañana (eterno). Es divertido construir sobre el misterio, es una buena oportunidad el mirar hacia otro instante, salvo lo que ya no hiciste en el atrás, lo irreversible.

El reloj y, por ende, el calendario, es cruel: no puede retroceder. Y nosotros no retrocedemos con él. Sólo hacia adelante, esperemos avanzar, aunque no siempre se pueda lograr.

Si me cortas, te corto.
Sí, soy intransigente a veces. (Bueno, varias veces).
Es que ya no me quedan vidas para seguir equivocándome. Nada me dice que no me esté equivocando, pero… hay que optar. La indecisión es la peor de las decisiones.

Y como no se siente bien así, sigo mi intuición. Tal vez me extrañes, quizás no, al menos te sirve para avanzar y no volver a lo mismo.

Todo tiene solución, menos… Aunque la muerte es LA solución a todo, porque se acaba y ya, no más problemas. Es la más perfecta de las soluciones, porque después de ella ya no duele más, o tal vez no de la misma manera. Muerte, no sólo la física. De hecho, ya no de la física. No se hace falta dejar de respirar eternamente para que las cosas perezcan, desaparezcan o se transformen. La muerte de los sentimientos, a eso me refiero.

Yo he matado varias veces, lo siento. Por lo mismo... es tiempo, aun no es tarde, aún no morir por favor. No morir en el intento. (Hay intentos que no me tientan, ya no. Porque me equivoco mucho, porque ya no persevero, porque ya no espero y por eso ya no desespero. Por eso tal vez ya no me aprendo los números de teléfono, para no tener que olvidarlos (suelo no olvidarlos tan pronto, y me dan vueltas en la cabeza, así es que mejor lo evito, para no atormentarme).

El problema no es que cambies, el problema es que no quiero”, como la canción del odiado y amado. Y no puedo así, no me es suficiente, me aburro con facilidad. Es mejor antes que después. No querer precipitar a veces produce el efecto contrario, como cuando quieres evitarlo y con eso se detona lo que no querías. Ironía pura de la vida. Y yo soy de la vida, como ella es mía.

Es que no quiero ser infiel a mí misma. Es la peor de las infidelidades.
No, no señor.

Por cierto, lo determinante en esto es que quiero mantenerte inmaculado en mis recuerdos. Ni más ni menos. Inmaculado.

Un beso.

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