jueves, 7 de julio de 2011

Iba y venía


Iba y venía… iba y venía.
Ése aroma a café. Pero ya no me gusta el café, su sabor amargo y ácido, su cuerpo conocido y su aroma peculiar ya no me seduce.

Pero a veces viene y va, como una brisa resucitadora de pasados. Pero no hay caso, ya no hay cómo me guste.

Oscuro, sin espuma, grueso y con azúcar. Recién servido, hirviendo; pero frío por tanto esperar. No, no me gusta así de frío. Cambio de gustos, aroma me gusta con crema, así se puede jugar.

Pero le quita naturaleza al viejo café en mi lengua, que de tanto tiempo transcurrido ya se me esfuma su fuerte sabor… ¡qué bueno!

Eso de dejar atrás lo que no te está haciendo bien para tu cuerpo (y también para tu mente) es extremadamente renovador. Que no te deje dormir ya era el colmo, que te quite ganas o aptitudes para ciertas otras cosas, igualmente.

Hay adicciones que, cueste lo que cueste, debes dejar.
Muchas Gracias mi querido Pepe Grillo. Gracias por estar. Gracias por todo.

El primer período fue el más difícil, mi cuerpo lo necesitaba y su falta hacía en parte desesperar. Pero luego ya te das cuenta que no era imprescindible como creías.

Mucho café me hizo mal. Incluso me hastió.
Un día, llorando dije “no más”.
Fue muy duro. Pero nada es absolutamente imposible.

Y aquí me ven, feliz bebiendo leche, acurrucada como gatito, viendo el mundo avanzar… la leche me purificó el alma y me hizo volver a lo natural. Siempre pensé que la leche no me gustaba, que no era para mí.

Qué equivocados podemos estar cuando nos cerramos a muy pocas alternativas, cuando creemos que no hay más.

Pero bebo mi lechita con calma, así me gusta más, para disfrutarla como se debe. Y así no derramarla. (Así no se derrama).-


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