sábado, 16 de julio de 2011

No me seducen, malditos sean

Parece mentira. Vete de aquí y ¡no vuelvas!
No, por favor. Otra vez no, no vengas a mí.

Esa vil burbuja de sangre en mi boca, bullendo desde mi interior.
Esa llama quemando mis pensamientos, mi raciocinio, mis más dulces emociones. Boicoteando mis relaciones.

El más absurdo de los sentires, de los que precisamente son necesarios para verificar que estás sintiendo. Ironía pura de la vida.

No lo quiero para mí. Pero está ahí otra vez, rasgando mi cordura, mordiéndome la nariz y mostrándome su lengua. Mil veces quisiera escupirte, pero a medida que más lo hago más te multiplicas en mi cabeza y en mi boca… en mis entrañas… sé que no es real, que no es más que una imagen creada en mi consciente, jugándome una mala pasada. Y eso es lo más terrible… porque siempre es posible, a pesar de la confianza. No creo en la confianza absoluta, porque no hay incondicionalidades, porque somos falibles. Malditos seres enteramente falibles y humanos, con todas sus cualidades susceptibles de presentarse en una persona. Como ésta, una de las más humanas que he sentido.

Le quiero, le quiero como nunca antes lo hice, sin querer cambiarle nada. Tal cual es, le quiero, incluso tal vez más que eso, más que un querer cualquiera, querer a cualquier otro. Es distinto, pero ahí viene la maldita burbuja queriendo escapar. La había controlado bien, no se había formulado en todo su esplendor, porque me era suficiente abstraerme y dejar a un lado las infames invenciones de mi cabecita.

Pero esto es rotundamente distinto.
Es como una canción tétrica que suena en mi cabeza, estridente, haciéndome sangrar las pupilas de tanto cerrar los ojos negándome a la imagen, imagen recordando pasados no vividos por mí, no siendo yo la protagonista, pero estando allí como un espíritu observando la escena, impotente, miserable y sin razón, precisamente porque no me pertenece el recuerdo, ni el recordarle como mera espectadora. No quiero permitirle entrar en mí esta vez. No permitirle manipularme con sus seducciones mal entendidas… ni marcarme con su mordida venenosa.

¿Qué pretende?
¿Qué quiere lograr?
¿Querrá repetirlo? ¿Una nueva oportunidad?
Ante esto me desespero… y me siento verdaderamente ridícula.

Ridícula a rabiar, porque desaparezco de su relato y le hace recordarla con ese simple gesto que puede parecer inofensivo, pero que para mí es declararme la guerra abiertamente. No señor, no te daré oportunidad, no me relajaré ante tamaña señal, ante el insinuarle todo lo que significó para él, sea sólo como una aventura pasajera o lo que fuese. Si acechan en mi territorio, ya verán con qué fiera se pueden encontrar. No es cuestión sólo de confiar en la persona que quieres, a las víboras hay que espantarlas antes que muerdan y puedan envenenarte.

Si sigue con sospechoso acercamiento, si no hace algo él, lo haré yo.
Nadie me viene con rodeos. Quizá sea exagerar, pero prefiero eso antes que tener que reaccionar ante una posible situación creada por las amenazas a mi tranquilidad.

Las amenazas las expulso de mi territorio con todo lo que tengo. Los animales saben defenderse de las amenazas en el momento oportuno. Ni siquiera pienso dejar que tenga oportunidad de acercarse tanto como para tener que espantarle.

Ahora bien, si la prefiere cerca, la consecuencia será mi apartamiento. No me seduce una vida llena de intrigas y mentiras. No pretendo, bajo ningún respecto, coartar libertades algunas, salvo que me perturben y no me respeten. Pero eso no tengo cómo comprobarlo. Prefiero confiar, pero no soy estúpida tampoco. Que sea entendido a modo de advertencia. No estoy para este tipo de sandeces, me inquieta y me hace querer irme. Me despierta por las noches e interrumpe bellos momentos, o no los deja surgir espontáneamente. Por eso no quiero que vengan, malditos sean.

Posiblemente este sea el efecto que se quiera, mas tengo las cosas claras: quiero y mientras sea recíproco, lucharé por ello. Pero si percibo tan sólo un dejo o atisbo de querer entrar en ese retozo, me aparto del mismo sin retorno posible, porque hay que respetarse ante todo.

Apretar los dientes no es agradable, el sabor de la sangre tampoco lo es. Creo que no era tu intención que me pasara esto, pero queriendo evitarlo, se produjo el efecto contrario. Soy comprensiva, pero el ocultar datos relevantes, algo quiere significar, por eso sobre-reacciono. Porque si fuera dato tan irrelevante, no costaría trabajo el confesarlo. Si te cuesta expresarlo, es porque te parece que no debiera saberlo… y ahí comienzan los problemas y las desconfianzas, precisamente porque antes si las dabas a conocer. Si dejas de hacer algo que antes hacías es porque ya no confías como antes, y eso no es bueno para una relación de comunicación como la que creo mantener.

Lo más lejano a lo que intento expresar sería que trato de reprimirte: haz lo que te plazca (parece absurdo decirlo, puesto que no puede ser de otra manera), pero no me involucres en un triángulo del cual no me interesa participar. Si te interesa lo que todo esto me puede hacer sentir, sólo no seas tan poco empático, ponte en mi lugar, aunque te cueste. Créeme que me doy cuenta cuando no estás siendo honesto, o al menos es cuestión de tiempo. Si te diera lo mismo ésa persona como dices que es, entonces no hagas cosas de las que puedas arrepentirte. Si necesitas un buen contacto, mantén distancia prudente para no hacerle creer que es distinto, que le dejas la puerta abierta, por que parto de la base de su no desinterés en ti. Las mujeres si notan una ventana abierta, intentarán abrir la puerta como sea. Y no quiero observar cómo transcurre todo a mis espaldas, ya que los espejos suelen servir para mirar de espaldas, aunque sé que no reflejan la realidad como es. Por lo mismo, no me obligues a utilizar uno y desencantarme de ti como de otros. Te acepto, pero no me hagas aceptarte con cuentas que saldar, no soy buena ahuyentando pasados ajenos.

Esa llama, esa llama irritante dentro de mí. No es por ti ni por lo que puede provocar ella, sino por descubrirme sintiendo esto en mí, esto que el sólo experimentarlo me hace revivir otras experiencias, revivir otros sentires… por lo que me vuelvo infiel. Sí, infiel. Infiel a mis decisiones, infiel a mi promesa de no dejarme sentir esto, ni que le dé lugar aunque pequeño para que se incube. Aun no incuba, pero sólo dos son los caminos: marcar la cancha o serle indiferente. El primero me lleva a expresarme y dejar en claro qué estoy dispuesta a soportar y qué no; el segundo, a que la indiferencia me lleve a que no me importes y a desencantarme de ti.

Las veces que he sido indiferente a ese tipo de señales, han resultado desastres bastante poco atractivos para mi actual existencia y para mi vida en general. A veces hablar mucho deja en evidencia mi supuesta paranoia, pero es el método más eficaz que he encontrado de desahogo. Y creo que entiendes que no me es indiferente lo que hagas o dejes de hacer. Esto sólo depende de ti, pero creo que tengo una maldita facilidad de anticiparme ante las situaciones de riesgo, las cuales no estoy dispuesta a cubrir luego de acaecido el siniestro.

Ahora descubrí que ellos no son más que una intuición oscura sobre el futuro incierto. Miedo puro a lo desconocido, a lo que no depende de mis decisiones directamente, a lo que escapa de mi voluntad.

El inconveniente real de todo esto es que cuando me hacen su presa, me es muy difícil resistirme, me envuelven y no me reconozco… y viene la etapa de desahogo por fuera, esto es, hacer algo para apagar la llama. Vendetta le dicen en otros lugares, yo le llamo mirar para el lado, recrear la vista y decir adiós en ese acto de des-entrega. Ojo: sólo mirar, no implica otro tipo de entregas.

No estorbar, no recibir migajas, no mendigar… es mi consigna.
El vómito celante te debe prevenir de una inminente separatidad. Ellos, una vez instalados respecto a una persona, se alojan en mis huesos y no hay cómo desenredarlos… no aportes a que ello ocurra.

No me seducen celos, malditos celos.
Celos pegajosos, celos malvados y rencorosos.

Les dispararé, para que sepan quien manda.
Los someteré, bastardos, infames y peligrosos
Inmundos bichos escandalosos.

Celos mentirosos, morbosos y monstruosos.

Confío sólo lo suficiente, ni más ni menos.
(En ti como en cualquier otro ser humano)

Más, sería ser ingenua; menos, ser infeliz.
Y qué bien me alejo hoy de lo que no me hace feliz.
No me alejes de ti, que hoy me haces sentir
Y vieras cómo me haces sentir

Sentir muy feliz de ti, de mí, de nosotros.
Un nosotros que vale más que cualquier otro nombre
Que no se rompa, que no se aleje, que no se manche con los bichos ésos
Sólo ayúdame en ello, sola no puedo


Amén.-

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