Anoche le dije a mamá que no creo en Dios. Es mentira. Es que necesitaba (necesito) que reaccionara, que se diera cuenta que en realidad es en ella en quien ya no creo.
Me dijo que no dijera eso. Le dije que son puras mentiras y que no existe. En realidad, creo que es así. Al menos en lo referente a SU DIOS, tan distinto en todo al Dios en que creo en lo más profundo de mí. Se lo dije con tanta convicción y firmeza, que casi yo misma me lo creo. Noté algo en sus ojos, como que me entendía, pero sólo fue un destello fugaz. La rabia y la pena me carcomían, pero no lloré. Tal vez más que todo fue la decepción… la insatisfacción, las arrugas en mi rostro, la eterna desaprobación a sus actos.
Pero, es mamá.
Quizá si fuera más consecuente, me iría lejos, para más no volver. Pero, las raíces. Sí, raíces por sobre no sentirme pertenecer como necesito.
Porque, es mamá.
Amen.-
hermoso texto.
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