Es mirarse al espejo.
Ver los ojos delineados por el cansancio, el dejo de maquillaje corrido por el restregármelos repetidas veces y no retirarlo... como siempre. Maldito hábito. Y son esas marcas oscuras, que se confunden con las ojeras, la huella de los lentes y mis venas que no pasan desapercibidas para quien mire a los ojos.
Me dan ganas de gritar...
Pero pienso en el resto y su casi-seguro desconcierto, y su preocupación y su infinita incomprensión totalmente comprensible respecto a mi grito no nacido. Ese grito que quiso surgir inexplicablemente y murió de la misma manera. Pero era un grito de sentirme viva, como para confirmar que soy yo aquélla que me mira a las pupilas, con ese efecto invertido.
Es el aquí y el ahora.
Es el querer que sea el aquí y el ahora.
Es el necesitar sentirme aquí. Ahora, mía tan mía y de nadie más.
Y me da tentación de risa imaginarme cosas, y sus eternas posibles consecuencias. Como el gritar en un quinto piso a las doce de la noche. Pero es el sólo imaginármelo... me parece infinitamente divertido. La verdad es que así me divierto muchas veces, inventando realidades paralelas, cuando la presente no tiene más que ofrecerme que dejar transcurrir (con dolor) el reloj y, por ende, el calendario, esperando a retener por fin la información preciada que se ha vuelto el objeto de mi estudio, y de mi querer empaparme de ello.
Pero muchas veces no me basta. Y no me basta no porque simplemente no quiera, no lo sé, a veces no logro comprender mi laberinto interior. No me gusta forzar las cosas porque, inevitablemente, me terminan aburriendo.
Pero muchas veces no me basta. Y no me basta no porque simplemente no quiera, no lo sé, a veces no logro comprender mi laberinto interior. No me gusta forzar las cosas porque, inevitablemente, me terminan aburriendo.
Me he vuelto escéptica con muchas cosas.
Y a veces no creo que sea yo quien hace las cosas que hago. Si a veces pareciera que tengo una doble personalidad, pero algo inducida, consciente. Para poder reírme un rato, me fastidia estar en estados de ánimo poco agradables. No me sirve. Me sirve estar en este estado algo permanente y generalizado de sentirme bien, feliz, aunque muchos pudieran cuestionar el último calificativo. Es el SENTIRME así. Quien lo ha sentido lo sabe.
Pero a veces se vuelve esquivo y sé muy bien que (aunque quisiera con todas mis fuerzas) no puedo retenerlo. Y no quiero retenerlo. Es como una sutil visita que viene y va, como un aroma de aquéllos que te hacen recordar momentos especiales.
Ahora quisiera seguir escribiendo... pero debo de irme.
Sólo quisiera saber tomar buenas decisiones, siempre.
Amén.-
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