Y no sólo descalza, desnuda también.
Me dejo caer en el suelo, quiero no sostener mi cuerpo por un momento.
Se siente tan bien.
Se ha vuelto casi una necesidad, algo inevitable, el querer estar a solas, aislarme, sentirme en completo silencio, escuchar los latidos de mi corazón, y dejar de sentirlos también.
Y dormir sin sentirme culpable.
Sin pensar en que estoy invirtiendo mal mi tiempo.
Y viene y sube, y me recorre, y me gusta.
Sensación de alivio, de recompensa.
De disfrutar mi oculta satisfacción.
Mi felicidad postergada.
Me entrego desinteresadamente al por-venir incierto y burlón.
Y le saco la lengua.
Voy a dormir muchos días, sin despertar.
Buen día, buena tarde, o buena noche, según corresponda, a su elección.
Amén.-
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