Me acordé de algo: Delirio de Persecución.
Mi profe Doris. Y esas clases de filosofía y psicología.
Tercero y cuarto medio.
Ésa época de mi vida. Ése período tan particular y al borde de todo.
Ese desesperante querer escapar y desaparecer de aquí y de allá también.
Y mi suicidio, y mis ganas de mandar todo al carajo.
Y ese pirigüín que me retuvo.
Mi no quererme y no respetarme.
Lo que sentía era como mirar una película, que no sabés cómo será la siguiente ni la última escena. Y no era espectadora, sino la protagonista de esa mi vida, de esa mi existencia. Dicen que nunca es tarde.
Otros muchos dicen que ese período es determinante en lo sucesivo de lo que seremos. Adolescencia. “Adolecer”… “Esencia”.
Etapa de determinación personal, el irse definiendo.
Creo que nos vamos definiendo constantemente, sin cesar. Todo el tiempo. Pero está claro que esa etapa es crucial, porque precisamente vamos descubriendo el mundo más allá de nuestras narices. Y no me di cuenta de las decisiones que iba tomando. ¿O no quería darme cuenta? Y tampoco presté mucha atención a qué quería para mi futuro, puesto que no miraba más allá de un par de meses o de semanas. ¿Ahora? …
Delirio de persecución otra vez, mezclado con paranoia.
Debe ser egocentrismo o qué se yo, algo parecido, egotismo.
Mi querer superar separatidad.
Pero esta vez es TAN distinto. Sé lo que quiero. Tengo motivaciones diametralmente opuestas, con una visión optimista.
Pero es extraño, tal vez me he ido volviendo insensible. O incrédula.
Puede ser que voy creyendo menos en la gente, salvo las personas que conozco y merecen mi confianza. “Merecen…”, “Confianza”. Grandes palabras.
Y como voy creyendo menos en la gente, tengo que creer al menos en algo o en alguien. (A Dios no lo incluyo aquí, porque está inserto en otro orden de ideas. Además no es ni algo ni alguien. O ambas a la vez, quién sabe).
Wow, voy navegando entre un quererme (creerme) nada y quererme (creerme) mucho. Otra vez. Tal vez sólo sea la eterna dicotomía de la teoría y la práctica.
A veces creo y hago como que no creo. Y a veces no creo y hago como que creo. ¿Mi sistema de defensa? …Quizá. ¿Mi querer que se haga realidad? Nuevamente, quizá.
Necesito ir constantemente variando mis motivaciones, porque un abstracto “ser feliz” sin más, no me satisface. Voy tratando de desentrañar qué voy queriendo día a día. Y hay días y días. El estar bien, tranquila. Pero que a la vez no sea fome, monótono, aburrido. Detesto la rutina, me ahoga. Aunque pueden haber rutinas que nunca me aburrirán, porque llevan implícitas siempre cosas nuevas.
El último tiempo (un par de par de años) no me ha ido del todo bien en mi tarea. Me falta encontrar la motivación dentro de mí (buscarla fuera no me satisface, nuevamente). Esa motivación rotunda que se traduce en el creer en mí, en el decirme que sí me soy suficiente. Mi excusa para seguir buscando. Mi querer seguir buceando por nuevos horizontes, nuevas latitudes.
Porque me siento demasiado desprendida de todo, a veces quisiera que algo o alguien pudiera retenerme, que fuera capaz de provocar en mí ese algo que no sé que es, pero que sé que cuando esté frente a ello sabré reconocerle. Y que sea espontáneo, mutuo y real.
Y da lo mismo el carácter en que sea. La compañía puede revestir distintos títulos de cercanía. Pero hay compañías y compañías.
Tal vez la búsqueda sea interminable, pero me gusta no estancarme en un par de limitados intentos. Sí, soy porfiada a rabiar. Terca. Y siempre voy por lo que quiero, aunque a veces no resulte del todo como espero. Pero al menos lo intento, apuesto. A veces apuesto bien, ¿All In? ... Y otras, evidentemente apuesto mal. No se puede tener todo. O no todo a la vez. Procuraré encontrar el término medio, suficiente, equilibrio.
Compatibilidad, complicidad, entenderse, respetarse.
Sentirse pertenecer, pero junto al resto.
Ya no como ese ermitaño refunfuñón, gruñón, místico y que no quiere contacto con el resto. Y que necesita del resto, del otro. Pero que no lo dice porque espera (ingenuo) que se acerque sólo la persona correcta, y que esa persona debe reconocerle a él. Que menso que es ese ermitaño. Puede quedar solo, eternamente en su soledad más fría. Si estás esperando siempre a que te encuentren, puedes que te pierdas de cosas verdaderamente buenas. Por eso hay que salir a buscar e invertir energías, cuando sea necesario, cuando valga la pena apostar.
Ya no quiero alejar a la gente, aunque me pueda hacer daño.
Prefiero que me dañen a no entregarme, pero muchas veces no puedo ir más allá de decirlo. Necesito que me ayuden a entregarme. Soy (¿o era?)como el ermitaño que espera a que lleguen a donde está y que llegue la persona correcta. Posición cómoda, descomprometida. Maldito miedo al mundo exterior.
Quisiera poder dejar de cuestionarme tanto las cosas.
Tampoco significa que no las disfrute, pero antes sólo me dejaba llevar.
Quizá estoy más adulta (más miedosa), y es que al parecer no quería crecer. Aún no quería tener responsabilidades, aunque siempre las haya tenido a cuestas.
El equivocarse va pesando más cada vez.
Y los mismos errores, no otra vez. No, señor.
Y esos ojos que se posan en ti. La crítica. Al carajo con eso.
Quiero hacer las cosas bien, prescindir de lo que no me sirve. A veces es tan difícil decidir. El temple ayuda, aunque falta un poco de criterio. Los sentimientos involucrados muchas veces opacan el buen criterio. Pero a la vez me gusta dar oportunidades. Cuando he necesitado oportunidades no me las han dado, sé lo que se siente, por eso creo en las oportunidades cuando hay afecto. Todos nos equivocamos en algún momento. Falta criterio, o fuerza de voluntad. Quiero poder. Tengo tantos planes para el porvenir…
Camila se desafía a sí misma en este momento.
Camilín asiente.
Camilina sonríe tiernamente.
Cam se ríe sarcástica y la desafía a su vez.
Antonia le pide perdón, por apoderarse de ella a veces. Por ir en contra, alimentando pasados.
Anto la mira, en silencio, impasible. Incrédula tal vez, pero espectante. A ella también le conviene la propuesta, el desafío. Y se dice “Tiene que”.
Zoon la mira y le dice “Ánimo. Estoy contigo. Vamos, se puede. No decaigas en lo que quieres y crees firmemente, yo te ayudo. ¡Ánimo!”.
(Con todo este diálogo Camila se siente algo desquiciada, mire que andarse hablando a sí misma desde sus distintas personalidades… Mensa. Al carajo, le divierte al menos. Estos son, probablemente, los Laberintos de Zoon. O parte de ellos).
Camila se mantiene en silencio, nada más dice, porque prefiere ejecutar antes dar lugar a palabrerías que pueden quedar sólo pronunciadas, sólo en declaraciones de buenas intenciones.
Ya veremos. Delirio de persecución circular.
Camila se signa y piensa en que hace mucho no lo hacía así, con convicción.
Amén.-
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