viernes, 17 de diciembre de 2010

In – Confesiones


Me siento tan seducida.
Sí, por esos ensueños que me inundan a veces, despierta, dormida.
Y es una mezcla de muchas sensaciones. Desde querer ser suave y sutil, hasta el querer despedazar con mis uñas y morder.

Pero es indebido. Porque lo prohibido, ¡Ay, cómo gusta!
¿Por qué tiene que ser así siempre?
Aunque tal vez si no fuera así no me seduciría tanto, pero qué va.

Escuchar agua caer, no te imaginas cuánto me seduce.
Sirvo mi taza con líquido caliente, o frío, y es todo un placer.
O inicio de placer, como sea. Siempre tan sólo el comienzo, porque queda ahí, dando vueltas esa sensación que provocó el simple sonido del agua al caer.

Y me seduce no sé si porque per se me seduce, o porque sólo detona mi ser seducido (seducido-desde-antes) que anda por la vida en ese estado cuasi-seducido que espera el mínimo detalle para explotar, salir, escapar, así, como con aquel roce auditivo.

Porque escuchar el último tiempo se ha vuelto mi más grande detonador de seducción. Así, casi instantáneo.

Creo que con el tiempo he ido aprendiendo a escuchar.
Vieras y cómo quiero escuchar al resto. Ahora.
Aunque muchas veces nadie se disponga a querer ser escuchado.
Es algo tan básico, pero que al parecer no todos consideran así.

Voy a por un café.
Vaya que seducida voy por ese café.
No me esperes, tal vez no vuelva por aquí, por un buen rato.
Disfruta tus próximos momentos con tu agua al caer (como yo), mira que no sabemos si serán los últimos.

“CARPEDIEMCARPENOCTUM”

Amén.-

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