Tengo la errada y triste costumbre de ir viviendo esta vida como la vivo.
Errada, puesto que no hago más que aquello que quiero cuando quiero.
Y esto no puede ser más triste, puesto que desde que vivo, nada quiero.
Me urge un ideal, aunque sea abstracto. No sé, tal vez una maldita motivación absoluta. Y que no sea mezquina, ahí está la gracia, debe ser inegoísta, aunque esta palabra no exista. O puede que las motivaciones no puedan ser inegoístas, o no dejar de ser egoístas, que es lo mismo. Tal vez por lo mismo puede que no exista esa palabra, sí, por eso debe ser. Sólo se puede ser egoístas en las motivaciones. Porque las experiencias son totalmente personales.
Da igual, sin motivaciones reales no vale la pena.
Cualquiera puede vivir, en su sentido fisiológico, cualquiera puede respirar.
Lo interesante son aquellas cosas que te quitan momentáneamente la respiración. A eso llamo motivación.
(Aunque es una motivación vista a la inversa, desde cuándo se logra, como si la descubrieras y luego la vuelves tu motivación. Esto nos lleva inevitablemente al experimentar, porque nadie te puede enseñar a sentir, nadie, salvo tú mismo al enfrentarte al mundo y recibir estímulos).
Pero como dije, me basta una motivación abstracta.
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