jueves, 11 de agosto de 2011

Un antes algo lejano

Sentir arena en los ojos y ese agobiante querer escapar, huir sin dejar pistas ni rastros. Desaparecer del mundo conocido. Salir de todo. Escupir la ternura que me queda y reemplazarla por el ser hiriente con ganas. No me resulta fingir, no me gusta. Requiere de mucho trabajo. Por eso tampoco me gusta mentir, porque después se me olvida en qué consiste la mentira (su contenido) y termino confesando todo expresa o tácitamente. Me fastidia.

Necesito escapar, desaparecer por un rato. Y que me olviden más, y a veces también menos, de lo que efectivamente lo hacen. Soy cambiante por opción y quiero ser fuerte de verdad, y no sólo en apariencia como lo he sido. Ya no depende de mí, esa decisión la adopté hace ya un tiempo. Mi problema siempre ha sido albergar en mí esperanzas, dulces e infundadas. Pero si no creyera en eso siquiera… ¿En qué? Quisiera poder desligarme de esto, llorar por fin, liberarme… pero no corren, no salen las lágrimas, he creado sin querer cierta inmunda inmunidad, que me vuelve algo insensible o desentendida, descomprometida con mi entorno. Mi campo de fuerza, mi autodefensa, mi no afectarme el resto, mi no vivir realmente aquí, con los pies puestos en la tierra, sino más allá, donde se juega y se disfruta del más acá…

Al carajo con todo.

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