viernes, 19 de agosto de 2011

Sueño LXXXVII

Tuve un sueño.
Soñé algo. Algo.

Caminaba por entre personas sin rostro, y eran personas desnudas, pero que no lo notaban, y que no era propiamente una desnudez sin ropa y estridente, sino que en mi sueño era tan natural caminar así, sin vernos, que sólo se transformaba la desnudez en una mancha algo borrosa, ignorada. Algo secundario, incluso ignoto.

Y eran personas, seres alargados que seguían cada cual su camino. Y todos sin mirarnos. Y yo era otra mancha en la multitud. Una mancha manchada con vapores transparentes, algo brillantes a modo de sudor. Y no me daba cuenta de  mis manchas sobre mi desnudez ignorada. Y me sentía cada vez más sola en esa multitud cambiante y tan sin rostro. Y la angustia se apoderó de mí…

Por fortuna, desperté antes de llegar a la causa rotunda de ésa mi angustia. Si no hubiese sido así, tal vez  no pudiese volver a cerrar los ojos nunca más.

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